jueves, 8 de octubre de 2015

UTILIDAD Y PROMOCIÓN DEL PATRIMONIO DE LA BATALLA DE TERUEL








Gonzalo Tena Gómez*

¿Os imagináis a Robert Capa, el legendario fotógrafo, con su Leica colgando del cuello, sorteando escombros por las calles y edificios de Teruel, defendida por las tropas republicanas, en pos de conseguir instantáneas históricas? ¿Y a Ernest Hemingway en el Mansueto enseñando a manejar el fusil a un soldado? ¿Y a Dolores Ibárruri, Pasionaria, en la Plaza del Torico? 
¿Sabíais que el crudo invierno entre finales de1937 e inicios de 1938, cuando tiene lugar la Batalla de Teruel, produjo 15000 bajas por congelación (contando muertos y amputados), entre los dos bandos contendientes? ¿Que el fenómeno de la inversión térmica tuvo mucho que ver con esta tragedia añadida? ¿Que 12000 personas fueron evacuadas esos días, la mayor parte de la población de la ciudad de Teruel, que tardaría muchos años en recuperarse? ¿Que la última carga de caballería de la historia española -2000 jinetes del general José Monasterio- bordeó el río Alfambra por aquellos días? 
Ninguna placa o panel, ni exposición ni museo -¿Para cuándo el Museo de la Batalla de Teruel?-  hace alusión a estos destacados hechos, pero sí nos los recuerda el periodista y meteorólogo Vicente Aupí en su libro recientemente publicado El General Invierno y la Batalla de Teruel, de lectura obligada para turolenses y gente interesada por los avatares de la Guerra Civil, que tanto nos ha marcado.
El libro citado pone en evidencia uno de los episodios más encarnizados e inhumanos de la contienda fratricida, en medio de un invierno extraordinariamente frío, con el mayor índice provincial de muertes por cada mil habitantes, según algunos historiadores y con una terrible tributo de sufrimiento infantil. Y en medio de la atroz adversidad y el frío insoportable, aun hubo lugar para la expansión poética:      
                                                                                                          
A ratos, entre las nubes, aparecía la Luna; entonces podíamos contemplar una imagen verdaderamente maravillosa del paisaje, con colinas de plata y profundos barrancos negros. Teruel, al otro lado del valle del Turia, parecía la maqueta en hielo de una ciudad soñada… (Cita de un requeté del Tercio de Montejurra, del 1 de Enero de 1938, recogida en el libro).                               
Por una vez, imágenes y crónicas de Teruel aparecieron en importantes medios internacionales: las revistas Life y Newsweek, los diarios Ce Soir, The Daily Telegraph, The Times, Daily Express, Daily Mail, Izvestia y The New York Times, y nacionales: Heraldo de Aragón, El Mercantil Valenciano,  Las Provincias, ABC y La Vanguardia.  
                                                                    
La nómina de reporteros gráficos que enfocaron aspectos de la tragedia también es destacada: Además de R. Capa, H. Buckley, H. Randall, D. Seymour, W. Reuter, Kati Horna, L. Vidal Corella, “Campúa”, A. Centelles, etc.
Aunque disponemos de bibliografía sobre itinerarios por la batalla de Teruel, debida a Alfonso Casas Ologaray, y sobre vestigios de la Guerra Civil en nuestra provincia, gracias a Pedro Rodríguez Simón y Pedro Pérez Esteban, no podemos aún hablar sobre iniciativas como la de Jérica, en el Alto Palancia,  que ha recuperado, en su pedanía de Novaliches, un itinerario de 12 kilómetros con las fortificaciones construidas en la zona durante el enfrentamiento
Trincheras reconstruidas, rutas señalizadas,  visitas guiadas, montaje de exposiciones, creación de museos, constitución de asociaciones… Todo contribuiría a convertir el patrimonio de la Batalla de Teruel en un recurso cultural y económico-turístico, compaginable con el disfrute y observación del medio natural, en pos del fomento de la Memoria Histórica. 


* Colectivo Sollavientos








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