miércoles, 6 de agosto de 2014

ESTUDIANDO MURCIÉLAGOS EN LOS BOSQUES DEL PANCRUDO

publicado por Chabier de Jaime Loren en: http://www.naturaxilocae.blogspot.com 

Es bien conocida la estrecha relación existente entre algunas especies de murciélagos y los bosques maduros con árboles viejos. Los huecos y las grietas de los árboles ofrecen refugio y zona de cría para ciertos quirópteros: los murciélagos forestales.
En el sur de Aragón son escasos los bosques maduros. La deforestación histórica (roturaciones, pastoreo, leñas) y, en menor medida, la gestión forestal desarrollada durante las últimas décadas, han arrinconado el bosque autóctono a los enclaves más remotos, han reducido su extensión y han simplificado su estructura. Para colmo, los pocos viejos árboles han sido percibido por los ingenieros durante años como un foco de plagas y como árboles improductivos de madera por lo que han sido los primeros en ser señalados para su corta. No se consideraba su valor para la vida silvestre, para el verdadero equilibrio y salud del bosque.
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Montes de Badenas tras labores para plantación de pinos
El paisaje rural durante las últimas centurias se puede interpretar en los documentos históricos, en textos literarios y, más recientemente, a través de las fotografías antiguas. Una visita a la Fototeca del Jiloca nos muestra un territorio con amplios campos de secano deforestado allá donde pudiera entrar la reja del arado, con pastizales sin árboles aprovechados por los pequeños y numerosos ganados y con la superficie de monte necesaria para proveer de leña a los hogares y hornos de cada pueblo. Y, como decía Labordeta, donde hay agua … una huerta. Ahora si, con abundantes frutales. En zonas montañosas en donde había menos tierras de labor, había más monte con carrascal o rebollar que eran aprovechados para hacer leñas y carbón vegetal.
Pero en este paisaje había una excepción. Había un grupo de robustos y viejos árboles tan abundantes como repartidos por todos los ríos, arroyos y acequias que atravesaban campos y pastizales formando kilométricas dehesas lineales, desde al menos, hace varios siglos. Estamos hablando de los chopos cabeceros y de otros árboles trasmochos como los sauces y los fresnos que proveían de madera de obra, leña y forraje en entornos agrarios de alta presión ganadera.
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¿Han podido los chopos cabeceros ofrecer hábitat a los murciélagos forestales?
Para comprobarlo Luis Lorente ha emprendido una investigación en el valle del Pancrudo. Para ellos ha seleccionando tramos de ribera con grandes álamos trasmochos, que tuviera pequeñas láminas de agua en donde los murciélagos pudieran abrevar y que estuvieran próximos a bosques en los pudieran cazar.
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Hace unos días le acompañé una jornada de campo en la Riera de Nueros, entre el Pancrudo en Barrachina y los marojales y pinares de la sierra de Pelarda. Uno de mis rincones preferidos.
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Era la primera hora de una noche cálida (24 ºC) y seca (40% de humedad relativa). Luis había dispuesto una red japonesa en el vado creado por los tractores en el arroyo de Pelarda, cerca de Nueros, entre campos de secano con linderos arbolados y pastizales abandonados. Tras una semana de bajas temperaturas y de ausencia de lluvias, estos puntos de agua son decisivos para los murciélagos. Cada noche, tras largas horas de descanso, acuden a beber antes de iniciar la jornada de caza.
Por la tarde Luis ya ha dispuesto una única red.
Cuando llego dos saquillos de tela cuelgan de una rama. De la red pende un murciélago enano (Pipistrellus pipistrellus) procedente del cercano pueblo de Nueros. Está muy enreligado y cuesta trabajo extraerlo. Un buen rato en el que la red no está operativa.
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Con la radiante alegría de desvelar una sorpresa, Luis saca otro murciélago de una bolsa. Se trata de un ejemplar de murciélago de bosque (Barbastella barbastellus).
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Me hace notar su tamaño medio y sus orejas grandes y cuadradas, muy diferentes de las del murciélago enano. Entre los pelos del pecho asoma un pequeño pezón blanco. Se trata de una hembra lactante. Es un dato valioso. Es la evidencia de la reproducción en la zona de esta especie.Y, confirma la presencia en el valle de, al menos, una colonia pues se trata de la segunda captura desde que comenzó el estudio hace un mes. Es, además, la primera cita de cría en la provincia de Teruel de una especie poco conocida, amenazada e incluida en la lista de la Directiva de Hábitats.
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Área de distribución del murciélago de bosque en España. Fuente: Atlas de los mamíferos terrestres de España
Hay registros previas en el sur de Aragón pero se trata de machos, individuos que se dispersan tras la cría y que no demuestran su reproducción en este territorio.
Me sorprenden sus ojicos negros, su pelambrera, sus diminutos dientes y su elástica y ligera membrana interdigital.
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Lo mide y anota los datos en su cuaderno de campo, donde están registradas las abundantes capturas de la noche anterior. Lo dejamos descansar y, al sentirse libre, retoma el vuelo hasta perderse en la oscuridad.
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Luis piensa que estos murciélagos crían durante el final de primavera y el verano en los estrechos huecos que quedan entre la gruesa corteza y el tronco de los chopos cabeceros. En los meses fríos realizan la hibernación en cuevas y en minas, a veces, compartiendo refugio con otras especies de quirópteros.
Nos acercamos hacia otro punto de agua. Otro vado del camino. Enciende un pequeño aparato que transforma los ultrasonidos que cruzan el aire en una señal sonora indicando, al tiempo, su frecuencia. Algunos proceden de saltamontes. Otros, los más, son emitidos por murciélagos. Ciertas especies emiten en rangos muy precisos y su señal puede ser indicadora de su presencia. En otros casos, la realidad es más compleja por solaparse la frecuencia de emisión de varias especies, sobre todo las más próximas.
Y entran en escena –o en la conversación, pues empiezo a perderme- el murciélago de borde claro, el murciélago ratonero ribereño, el murciélago de Nathusius, el murciélago montañero, el murciélago hortelano, los diversos nóctulos (grande mediano y pequeño, como el tallaje de las camisetas), el murciélago de cueva, el murciélago ratonero patudo, los dos orejudos … en fin, un follón de nombres nuevos en media hora. Me pongo en la piel de los alumnos noveles de los cursos de ornitología. Si una veintena de especies de murciélagos me puede desbordar que será de trescientas especies de aves …
Seguimos caminando. La luz de la linterna hace brillar unos punticos sobre el suelo. Son los ojicos de algunas arañas que cazan recorriendo el pasto seco. Levantas el haz de luz y acuden las polillas como un resorte y, tras ellas, entra en escena un murciélago que se aproxima atrevidamente. Entre los juncos y las mentas chapotea un mamífero … ¿una rata de agua? Entre el cercano rastrojo brillan los ojos de un joven zorrete que también, antes de iniciar sus andanzas, se acerca a abrevar a las pozas de la riera. Hay vida en el arroyo durante la noche. Es el alargado oasis al que acuden a beber –y a comer- animales desde los campos y montes próximos. El paseo nocturno te evoca las imágenes de los documentales de las últimas charcas en la sabana africana.
Todas estas impresiones se multiplican al levantar la vista sobre el cielo. Miles de estrellas brillan en un cielo limpio y raso, iluminado tan solo por una luna menguante –aún baja- que asoma por los montes de la sierra. Y contra el cielo se dibujan las siluetas de las vigas y ramillas de los viejos chopos al tiempo que la brisa mece las hojas creando un sonido que recuerda a las olas de un mar, de un mar de árboles..

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