domingo, 13 de febrero de 2011

AFECCIONES PAISAJÍSTICAS Y FUTURO (V)



PAISAJES EN MUDANZA

Cuando hablamos de paisaje podemos pensar en que hay distintos tipos: natural, humanizado, rural, urbano, agrario, industrial…Sólo el paisaje natural no sería fruto de las acciones de una sociedad que ha ido evolucionando y dejando su huella allá donde se asienta.

En Teruel, el paisaje natural no se encuentra fácilmente; sus habitantes hemos tenido acceso desde tiempos inmemoriales a casi todos los rincones. Concretamente en la comarca del Maestrazgo, venciendo su orografía abrupta, nuestros antepasados comenzaron a ganar terreno para la agricultura dejándonos un paisaje humanizado aún en los más empinados montes. En el último siglo de evolución nuestra sociedad estamos contribuyendo al cambio, hasta “fijar” la identidad del territorio.

La implantación de la maquinaria agrícola produjo un cambio importante: se comenzó a ganar más terreno para la agricultura y se incrementó el cultivo de cereal para una actividad que era el sustento principal por aquella época: la ganadería. Las grandes máquinas retroexcavadoras acabaron eliminando pequeños bancales a los que sólo se tenía acceso mediante animales de labor. Igualmente se hicieron desaparecer ribazos, con toda la vegetación y animales que en ella se cobijaban, y se comenzó a roturar lo que antes eran terrenos yermos.

Otra parte del paisaje objeto del cambio son los ríos. Antiguamente en las riberas se plantaban chopos (populus nigra) y espino albar (crataegus monogyna ) para evitar desbordamientos y que el agua no entrara a las huertas cercanas. Hoy día el problema de la inundaciones trata de resolverse mediante actuaciones mucho más agresivas (“limpieza” y dragado de cauces, construcción de motas…) a la vez que invadimos las llanuras de inundación de los ríos con construcciones y nuevos desarrollos urbanos.

En el monte se construían casetas para refugio de los pastores, mediante piedra seca para los muros, ramas de árboles para las vigas y barro como elemento aglutinante bajo las tejas. Los huecos generados eran propicios para que anidasen pájaros, que quedaban a salvo de sus depredadores. Posteriormente, otros materiales usados en el cubrimiento, como la uralita, ya no posibilitaban que las aves pudieran anidar.

Las minas, necesarias para el desarrollo, han hecho desaparecer montañas enteras al explotarlas a cielo abierto. En el caso de ser restauradas con éxito, las tierras vuelven a ser útiles para la agricultura, pero se habrá producido inevitablemente un cambio en el paisaje: éste ha sido amoldado para el uso humano, pero a la vez la flora y fauna encuentran dificultades de adaptación a las nuevas condiciones. Otro problema para el paisaje supone la falta de restauración de esas explotaciones mineras o su restauración deficiente, hecho muy común.

De un territorio surcado por caminos de herradura, caminos carreteros y vías pecuarias en el siglo XIX, hemos pasado a otro atravesado por amplias carreteras asfaltadas que salvan cualquier dificultad orográfica. Muchos terrenos repoblados con pinar en las décadas centrales del siglo XX dieron lugar a montes espectaculares, que luego están siendo, en muchos casos, pasto de las llamas.

Deberíamos ser conscientes de que la inhibición de las últimas generaciones en la conservación del paisaje que las generaciones anteriores nos han legado. La espiral de nuestra sociedad de consumo abandona lo que no es rentable económicamente. Si seguimos por este camino ¿qué será del paisaje en los tiempos venideros?. Cuidar la Tierra y los paisajes que contiene debería ser prioritario frente a muchas otras actuaciones perjudiciales. El jefe Seattle de la tribu Suwamish, escribió en 1855: Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.


Autor del texto: Julia Escorihuela

Autor de la ilustración: Juan Carlos Navarro

Colectivo Sollavientos


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