jueves, 3 de diciembre de 2009

DEBATE SOBRE LA DESPOBLACIÓN RURAL EN TERUEL (VIII)


La cuestión ambiental

En el debate abierto sobre la viabilidad de los pueblos pequeños han salido argumentos demográficos, sociológicos, políticos e incluso emocionales. Sin duda la viabilidad futura de los pueblos pequeños depende de esos factores y de alguno más. De uno de éstos quería comentar alguna cosa. Se trata de la cuestión ambiental.
Creo que no es un despropósito decir que el hombre sólo tendrá futuro en el territorio del Teruel Interior con una naturaleza más saludable y mejor conservada. Ya hemos comentado en ocasiones que algunos tenemos la percepción de que la naturaleza en amplias zonas de la geografía turolense está hecha unos zorros: cabezos pelados, con suelos esqueléticos, antiguos bancales destripados con aliagas o erizón; plantaciones forestales simples propensas a quemarse; productividades agrarias y ganaderas muy bajas. Es en buena medida la herencia de nuestros antepasados, que nos han legado una naturaleza sobre-explotada fruto de una gestión no sostenible de un territorio muy frágil y de muy baja productividad natural. Y en estas condiciones los paisajes "prestan" unos escasos servicios ambientales a las gentes. Porque una cosa es la gran naturalidad de los paisajes por ausencia de infraestructuras y urbanismo –su gran valor-, y otra que estén en buen estado de conservación. Como digo, esto es una percepción, no la conclusión de una investigación científica y puede ser materia a discutir.
En la primavera pasada, a raíz de la reunión entre el Colectivo Sollavientos y la Plataforma Aguilar Natural, tuvimos conocimiento de la experiencia de desarrollo de Aguilar de Alfambra, reveladora en este sentido. Como fortaleza, me llamó la atención la "cooperación", fuerza imprescindible para sobrevivir en ambientes con fuertes limitaciones ambientales. Cooperación, por ejemplo, de los vecinos emigrados a las ciudades con los resistentes en el pueblo, transfiriendo capital y trabajo de la ciudad al campo. Como debilidad, la imposibilidad de un desarrollo más endógeno por las limitaciones de la naturaleza: las ovejas son de fuera, su alimento en parte, también. De ello se deriva una cierta fragilidad del proyecto, que queda al albur de factores exógenos, como el precio de la alfalfa o de otras cosas. ¿Es que no es posible producir en Teruel el alimento que necesitan las ovejas de leche? En todo caso, me pareció un ejemplo valiente y de referencia.
Creo que una línea de trabajo, de cara al futuro del Teruel Interior como territorio habitable por el hombre, debería ser la restauración de su naturaleza. Experiencias como la de Monreal del Campo muestran el camino: cooperación y conocimientos técnicos.

JOSÉ MANUEL NICOLAU IBARRA

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