domingo, 1 de noviembre de 2009

DEBATE SOBRE LA DESPOBLACIÓN RURAL EN TERUEL (V)



Los pueblos pequeños no desaparecerán, porque son parte esencial del territorio





El artículo que abría este tema hace unas semanas me pareció una forma valiente de iniciar un debate, de coger por los cuernos un miura que viene hacia nosotros a la carrera: el de la despoblación y envejecimiento del “Teruel interior”. En dicho escrito se apuntaba la posible desaparición a largo plazo de muchos de los pueblos más pequeños de la provincia y la concentración de la población en los municipios mayores. Este pronóstico se basa en los datos del padrón, que indican una ligera recuperación de los pueblos grandes durante los últimos años, mientras sigue la despoblación y envejecimiento de los pequeños, que han llegado a un punto que el autor considera irreversible. Fue el primero de una serie de artículos en los que han aflorado asimismo otras opiniones sobre cómo pueda evolucionar la situación demográfica. En términos estrictamente técnicos, sin entrar en el análisis de las posibles soluciones, el dilema radica en si primarán los factores endógenos o los exógenos, en si el proceso de transformación al que asistimos es lineal y tiene por tanto un horizonte previsible o si, por el contrario, está sujeto a variables que pueden invalidar las predicciones a medio plazo.

Confieso estar entre los que creen que la inmensa mayoría de los pueblos, incluidos los pequeños, no van a desaparecer; simplemente se van a transformar. Dejarán de cumplir el papel socio-económico por el que nacieron y serán otra cosa. Pero nunca perderán su papel como referencia cultural y antropológica, como raíz personal, como pivotes en torno a los cuales se gestionará y protegerá el territorio y, aunque sea con fórmulas técnicamente distintas de las tradicionales, como focos de explotación de los recursos agrícolas, ganaderos o forestales.

Y si esto no lo creyera de forma racional, debería creerlo y apostar por ello de forma emocional. Los pueblos son parte esencial del territorio, del paisaje, del paisanaje, de la tierra que decimos defender. No tenemos derecho a comprar el futuro del Teruel interior con el sacrificio de 100 ó 200 de sus municipios; no podemos asistir impasibles a semejante “reconversión”. Creo que aún no estamos tan desesperados como para empezar a quemar los vagones de cola para alimentar la locomotora. ¿Vamos a quitar la esperanza que les queda a los que aún tienen el valor de permanecer alimentando la lumbre?

La idea de que puede estar naciendo una nueva estructura de pocos pueblos grandes tendría una base empírica sólida si existiese un solo ejemplo en la provincia de Teruel en que varios pueblos pequeños se hubiesen vaciado completamente transfiriendo su población, sus empresas o sus servicios a un pueblo-cabecera de mayor tamaño. Dado que esto no ha ocurrido, no puede decirse que esa nueva estructura de poblamiento del territorio haya empezado a nacer, ni se adivina en el horizonte cercano. Es una hipótesis, una razonable proyección hacia el futuro de una tendencia actual, pero que podría quedar obsoleta por la irrupción de variables hoy por hoy impredecibles: vuelta masiva de los jubilados desde las ciudades (tal como apuntaba Alejandro Pérez); llegada creciente de inmigrantes; incremento del “tele-trabajo” basado en la generalización de internet; puesta en cultivo de fincas abandonadas hace décadas para nueva agricultura ecológica; nuevos yacimientos de empleo en relación con la gestión agro-ambiental o con la atención a personas dependientes… Dejemos la puerta abierta (y la luz encendida).

José Luis Simón Gómez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu análisis de la situación me parece muy interesante. Comparto muchas de tus relexiones, no sé sí racionalmente o emocionalmente; no puede ser de otra manera pues, para mí, este espacio geográfico que denominámos "Teruel interior" es un espacio existencial.
Son tantos años, prácticamente los que tengo, de datos no demasiado alentadores que al final me aplico aquello de oponer al pesimismo de la razón la fuerza de la voluntad. O sea hacer todo lo que puedo todo el tiempo, y así hasta la victoria o derrota final.
Alfonso RB