miércoles, 14 de enero de 2009

PATRIMONIO ETNOLÓGICO EN TERUEL.







El estudio del patrimonio etnológico ha estado siempre muy ligado al análisis y evolución sociológica e histórica de las sociedades rurales. En este sentido, si nos adentramos en el estudio sociológico de las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, las fiestas y costumbres populares presentes en el territorio se relacionaban con el vínculo al mundo rural que agonizaba lentamente, primando otras prácticas recreativas ligadas al nuevo mundo urbano y moderno que se veía como la salida de futuro ante la crisis socioeconómica del mundo rural. Esta realidad derivada de un proceso de despoblación y cierto “aniquilamiento” cultural e identitario sufrido en la provincia, no ha impedido que el Teruel interior haya conservado un patrimonio etnológico sumamente interesante y variado. Romerías penitenciales, botargas, Mayos, fiestas de invierno y festividades populares ligadas a la cultura ganadera local de montaña, entre otras muchas actuaciones son manifestaciones festivas de carácter etnológico que dotan al Teruel interior de una especial singularidad.
Dentro del análisis de la fiesta, se comparte la idea de reconocer a la misma como un instrumento al servicio de la legitimación de la actividad de un grupo humano, para la propia definición de la identidad y sus propios límites. Del mismo modo, estos ritos y celebraciones festivas servían para que los individuos no perdiesen de vista todo aquello que dependía del grupo de pertenencia, tales como los valores, sus fronteras, su propia explosión plástica comunitaria y las relaciones sociales creadas. Durante siglos, el ciclo agrícola ha marcado profundamente los ritmos estacionales de las distintas fiestas a lo largo de todo el año. En la actualidad, la cierta “desruralización” de nuestros pueblos en lo concerniente a dichos ciclos agrícolas ha modificado el rol de este tipo de tradiciones festivas. Esta realidad, lejos de producir desencanto y tristeza ha conllevado un creciente interés por el estudio y el fomento de las tradiciones particulares y específicas de nuestros pueblos. La población local y los hijos de los emigrantes que vuelven a sus pueblos de origen en periodos concretos se han visto interesados por la búsqueda de la identidad propia en un mundo actual excesivamente globalizado y carente de identidades propias. Es precisamente en este campo de actuación dónde el rol actualizado de la celebración festiva puede actuar de “carta de presentación” de nuestro territorio, dándole un protagonismo especial a la participación social, la modificación y adaptación de la fiesta, y el papel de las calles como elemento de aglutinación y convivencia entre la población local y los visitantes.
Es cierto que la sociedad rural ha cambiado con el paso de los años, y el patrimonio etnológico se ha ido modificando, importándose otro tipo de festividades no autóctonas. La recuperación de actividades festivas perdidas tiene que ir acompañada de una actualización de las mismas, ya que sin el apoyo y participación de la población local es difícil lograr una continuidad. Sirva como ejemplo las festividades importadas de Estados Unidos como la de “Halloween” que goza de especial apoyo por parte de los escolares de nuestros territorios. Lejos de sancionar esta festividad, podría contemplarse la posibilidad de modificar la simbología, adoptando elementos propios como las historias de las brujas del mundo rural, tan presentes y tan cercanas en la toponimia local y poder generar acciones nuevas, innovadoras e imaginativas.

La fiesta ha permanecido como un rasgo omnipresente en la vida de nuestras sociedades. Tenemos que ser conscientes del valor de nuestro patrimonio etnológico local, y en nuestras manos está que este tipo de recursos culturales permanezca vivo. Tal y como el etnólogo Francés Georges Condominas definía a las celebraciones festivas, tenemos unas “Perlas en un collar de cuentas de plomo”. En nuestras manos está el valorarlas.

Jorge Abril

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