domingo, 28 de diciembre de 2008

EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO POPULAR Y EL INMATERIAL




Dos conceptos patrimoniales que son indivisibles son el llamado Patrimonio Arquitectónico Popular y el Patrimonio Inmaterial. Sin entrar en definiciones sesudas y legislativas, podríamos considerar el Patrimonio Arquitectónico Popular como aquel Patrimonio Arquitectónico, que algunos erróneamente llaman “menor”, construido con las técnicas propias de la zona, algunas muy características, y que son las verdaderas “hacedoras” de nuestro paisaje cultural y urbano. Por Patrimonio Inmaterial nos solemos referir a aquel que, aunque se pueda registrar en formatos sonoros y visuales, está vivo cuando se utiliza, cuando se interpreta, cuando se ejerce… Aquí entrarían multitud de tipologías: la música, la lengua, el teatro popular, los bailes…

En un periodo histórico, el nuestro, de recuperación de Patrimonio Inmaterial, solemos olvidar que éste está íntimamente ligado al Patrimonio Arquitectónico Popular. Fosilizamos las letras y músicas populares, las representaciones de dances y pastoradas, restando la vivencia y evolución tradicional característica de lo inmaterial. También tratamos parte del Patrimonio Inmaterial como algo únicamente festivo, lúdico, turístico… Parece que hoy sólo tiene valor lo turístico, lo que se pueda “valorizar”, lo que se pueda convertir en económico… Recuperaciones que sólo buscan las “visitas turísticas” o que se “inventan” sin claras referencias históricas, sociales, comunitarias.

Pero es mucho más. Es parte de nosotros. Tenemos que ser capaces de acoger entre los valores de la modernidad muchos de aquellos valores, reinterpretándolos, haciéndolos nuestros. La construcción con materiales locales, con técnicas ancestrales, o al menos, similares a aquellas, suelen respetar el medio ambiente. La participación como colectivo en las representaciones populares, hablando con una misma lengua común, recitando poemas y relatos de nuestros antepasados, forja relaciones humanas sólidas entre la comunidad, relaciones que tantas veces olvidamos en el trajín violento de nuestra “rápida” civilización. ¿Ven? No todo es turismo. Lo popular, siempre, es mucho más.

¿Se imaginaría alguno de ustedes a los Rosarieros de Torrecilla de Alcañiz cantando sus coplas en un gran paseo urbano? ¿Sería lo mismo? Y, ¿qué me dicen de la Semana Santa de Híjar y sus centenarios tambores y bombos? ¿Se imaginan Romper la Hora en un pabellón polideportivo? Los distintos tipos de Patrimonio Cultural están interrelacionados, no se pueden compartimentar, por mucho que nos empeñemos, pero somos capaces de interesarnos sólo por una parte del todo, dejando que los árboles no nos dejen ver el bosque. Una recuperación lenta y constante del Patrimonio Arquitectónico local hace que nuestro colectivo inmaterial, lo que nosotros somos, fuimos, y queremos ser, se fortalezca.

Las reinvenciones urbanas de lo rural cambian totalmente los valores culturales de lo popular. En la Educación está la base para intentar comprendernos y adaptarnos sin tener por ello que renunciar a nuestra cultura.


Víctor Manuel Guíu Aguilar

viernes, 26 de diciembre de 2008

VALDELINARES, ALGO MÁS QUE ESQUIAR.


Es un hecho la urbanización, en los últimos veinte años, con mayor o menor fortuna, de la Sierra de Gúdar. Como lo es el reclamo publicitario sobre el que se han servido para ofertar esas segundas residencias: las pistas de esquí del Monegro.
No vamos a volver a incidir sobre los valores ambientales de esta cumbre de la comarca. Una isla relicta de períodos glaciares donde se conserva un pinar de Pino negro (Pinus uncinata), localizado en latitudes muy meridionales para los tiempos actuales, alejados de la época glaciar que también ocupó estas sierras. En torno a él existe una amplia variedad de especies de flora endémicas, desarrolladas por el aislamiento proporcionado por la altitud de estas montañas. Sigue sin valorarse por los turolenses este baluarte del patrimonio natural, aunque afortunadamente hoy forma parte de la red de Espacios Europeos Protegidos al estar incluido en la RED NATURA 2000, y su protección, amparada por la nueva Ley estatal de Conservación del Patrimonio Natural y la Biodiversidad.
Un nuevo modelo de uso del territorio ha colonizado esta Comarca, apartando esas formas de vida tradicionales que durante cientos de años han modelado sus paisajes. Soy de la opinión de que este modelo socioeconómico sobre el que hoy se sustenta la economía de algunos pueblos, es un satélite más de la enorme tela de araña tejida en torno a las ciudades (Valencia, en menor medida Teruel) para satisfacer sus necesidades, en este caso de ocio. No lo creo capaz de tejer una estructura social capaz de perdurar en el tiempo, ni que mejore la conservación del patrimonio, todo lo que nos identifica con nuestro pasado, con la emoción que transmiten los poblados celtibéricos repartidos por sus cabezos o las calles de sus pueblos cargados de historia. Al igual que llega, ese modelo socioeconómico se acabará cuando los gustos de la urbe cambien, sin importarle haber destrozado el paisaje, haber cambiado las orientaciones sociales, dejar una tierra baldía sin nadie que sienta arraigo por ella.
Me lamento de la cantidad de dinero público que se precisa para mantener en funcionamiento unas pistas de esquí en estas latitudes. Muy claro lo tuvieron los primeros inversores en la década de los ochenta, que enseguida vendieron su proyecto al Gobierno de Aragón. Porque, si ese dinero público se destinara, en vez de a crear un parque temático del juego de la nieve, a recuperar el patrimonio histórico-arquitectónico de nuestros pueblos, a afianzar una gestión del paisaje donde quepa el aprovechamiento tradicional ganadero, a fomentar capaz el valor de vivir en la montaña, quizás estaríamos apostando por un verdadero proyecto de futuro.
Concluir el PLAN DE ORDENACION DE LOS RECURSOS NATURALES DE LA SIERRA DE GÚDAR, con la participación de todos los sectores implicados, significaría planificar y ordenar el futuro de este territorio. Ello evitaría tener que apostar a ciegas por un modelo especulativo, que pretende aprovechar un tiempo de bonanza económico para canalizar la dependencia que nuestra sociedad urbana tiene del ocio comercial. El medio rural no debería marchar a ese ritmo impuesto por las gentes de la ciudad, sino seguir sus ciclos naturales, esos que tantas veces desconocemos y vulneramos

Angel Marco Barea

viernes, 19 de diciembre de 2008

LAGUNA DE EL CAÑIZAR



El pasado domingo tuvo lugar una visita a la laguna de El Cañizar, entre los términos de Cella y Villarquemado. Un buen número de naturalistas, científicos, excursionistas, estudiantes, profesores y vecinos de los pueblos. Casi sesenta personas que querían conocer de primera mano cómo progresa la recuperación de uno de los humedales más importantes del sur de Aragón.
Hizo un día muy nublo, de temperturas bajas y muy venteado, lo que aumentaba la sensación de frío. Incluso cayeron ráfagas de pequeños granos de nieve, como anisillos.
La laguna estaba espléndida. Las recientes lluvias han saturado los acuíferos que vierten su caudal en los prados alimentando el vaso que ya alcanza las 240 hectáreas de extensión y una profundidad máxima de casi un metro. Una buena parte de los prados periféricos, tantos años secos, estaban inundados.
Fue una jornada tan excursionista como naturalista. Partimos de la pequeña laguna situada junto observatorio de Villarquemado recorriendo por encima de la mota que cierra la laguna por el oeste. Aquí pudimos disfrutar con unos buenos bandos de avefrías que descansaban sobre la lámina de agua junto a un grupo de agachadizas comunes.
Más adelante encontramos la concentración de patos. Estaban casi todas las especies habituales durante la invernada. En número destacaban los azulones. Pero entre ellos, tanto posados como en vuelo, se podían encontrar cercetas comunes, patos cuchara, porrones comunes, ánades frisos y algún rabudo. ¡Y sin buscar mucho, pues los hidrogeólogos nos llevaban ... a galope!
Cruzamos por el puente de madera hacia el término de Cella, donde pudimos ver la continuación del canal perimetral. Nos acercamos a un nuevo refugio, donde algunos repuseron fuerzas almorzando y, los más, continuaron con sus entretenidas conversaciones sobre insectos, freáticos, flora endémica, censos de fauna, desarrollo sostenible y proyectos ambientales para nuestras comarcas. ¡Qué buen ambiente!
Sin entretenernos mucho, retomamos la marcha entre unos extensos y espléndidos carrizales por la margen izquierda del río madre o río Cella, el drenaje principal del humedal. Mientras tanto, algún grupo de grullas sobrevolaba los prados mientras el cernícalo vigilaba el movimiento de los topillos.
Entre tanto, iba tomando cuerpo el grupo de SEO-BirdLife de Teruel: un grupo de aficionados a la Ornitología que tiene como propósito conocer, conservar y disfrutar de los montes y valles del sur de Aragón a través de la observación de las aves.
Retornamos al embarcadero de Villarquemado. En total, casi doce kilómetros por caminos embarrados y encharcados, pero que se llevaron muy bien comprobando como fructifica el esfuerzo de personas e instituciones.
Como bien dice Antonio Torrijo, el agua y la tierra son una mezcla muy productiva. Este humedal va a dar muchas sorpresas a los estudiosos y amantes de la Naturaleza.

Chabier de Jaime Loren

martes, 16 de diciembre de 2008

El Patrimonio Olvidado: Las Masías


La Comarca del Maestrazgo cuenta con 672 masías, de las que solamente 67 están habitadas y, aproximadamente la mitad del total tienen alguna utilidad en nuestros días, fundamentalmente ganadera. Además unas 27 tienen torres fortificadas de gran valor artístico y patrimonial.

Este patrimonio en ocasiones rico y llamativo, en ocasiones humilde es la herencia de varios siglos, es la historia de un territorio y una cultura rural que ha llegado hasta nosotros sin pretensiones y en condiciones diferentes según la zona, la orografía, el clima y los abatares familiares. Son fruto de una historia no recogida en los libros en la mayoría de los casos, sino en la memoria oral de sus gentes y en la añoranza de sus moradores. Son una historia viva que desaparece con el abandono de sus propietarios o arrendatarios y la ruina de sus tejados, paredes y estancias, así como por la perdida de la memoria de sus moradores.

Son ocho o nueve siglos de historia y de raíces que no se pueden perder sin que se resienta nuestra propia identidad, sin que dejemos de contar con algo esencial en un territorio y sin que se pierda algo de nosotros mismos. También se puede decir desde una mentalidad desarrollista que no pasa nada, pues también desaparecieron los dinosaurios y no por eso se acabó el mundo, pero si que es cierto que hablamos de un mundo distinto, con unas condiciones de vida diferentes y con unos problemas nuevos.

Es hora de sin falsas añoranzas, ni dramatismos ridículos, que tomemos conciencia de que una parte de nuestro mundo rural, de su forma de vida y de su idiosincrasia desaparece en aras de una sociedad mas avanzada, aunque no sabemos hacia donde avanza y ni siquiera si lo podemos llamar de esta manera. Debemos recuperar antes de que sea tarde todas esas masías fortificadas que son símbolo de una época de repoblación del territorio y de luchas por el mismo, todas esas masías grandiosas que muestran todo el esplendor de una época, toda la memoria oral de sus habitantes que se pierde con ellos.

El desarrollo rural no pasa por la creación de grandes infraestructuras, ni por la asimilación con el medio urbano, sino por la búsqueda de sus propias raíces y formas de ordenación del territorio, así como por la implantación de actividades que fomenten la calidad de vida y la sostenibilidad. Esto no es sinónimo de paralización o subdesarrollo, sino de apuestas claras por ideas propias y no modelos copiados y, por supuesto, por el recuerdo de su pasado y la conservación de sus tradiciones y su patrimonio.

Con imaginación, esfuerzo y muchas ganas hemos de conservar la memoria de nuestros masoveros, sus tradiciones y sus residencias mas significativas, sin renunciar a la innovación y la implantación de nuevas actividades en el medio rural que estén en armonía con el mismo.


Javier Oquendo Calvo

sábado, 13 de diciembre de 2008

LOS PGOU Y EL PATRIMONIO CULTURAL





Los últimos años, tras cambios legislativos y en plena vorágine constructora, muchos ayuntamientos, grandes y pequeños, pobres y ricos, han estado inmersos en el complicado trabajo de la redacción de un Plan General de Ordenación Urbana. Dichos planes, supuestamente participativos (con los medios de información pública con los que cuentan las administraciones), prevén la planificación urbanística de nuestros pueblos para unos cuantos años. Siempre cabe el recurso a modificarlos, y se aprueban por los servicios provinciales correspondientes.

La contratación de las planificaciones, en la gran mayoría de los casos, no ha tenido en cuenta la importancia que hubiera tenido dicha herramienta para la protección de nuestro paisaje y patrimonio cultural. Así pues, los equipos redactores contaban con un gabinete o grupo de trabajo de arquitectos, algunos contaban con ingenieros, pero, ¿dónde estaban los profesionales del paisaje y del patrimonio cultural?.

Los ayuntamientos, sobre todo los pequeños, recibían por correo, para incluir en los PGOUs, unos listados e inventarios de las distintas consejerías del Gobierno de Aragón. Listados escuetos, sin actualizar, sin corregir, sin investigar, en los cuales se incluían un breve listado de yacimientos arqueológicos catalogados, los LICs (Lugares de Interés Comunitario) y ZEPAs (Zonas de Especial Protección de Aves) y una breve relación, si la hubiese, de patrimonio arquitectónico de la población, que se refiere casi en exclusiva a la iglesia, el ayuntamiento, alguna casona y alguna zona que, seguramente, ha cambiado su fisonomía desapareciendo gran parte de los valores por los que supuestamente fueron protegidas. Los ayuntamientos, por un lado, y algunas direcciones generales, como la de Patrimonio Cultural, por ejemplo, por otro lado, cumplían de ese modo el expediente, pues lo importante, una vez más, no es nuestro acervo cultural, nuestro patrimonio, nuestro paisaje… sino cubrir el expediente.

Con una mínima voluntad política, una sensibilización a los ciudadanos, y una dinamización hacia propuestas modernas y sostenibles, que den soluciones y apoyos a los propietarios, se podrían haber llevado a cabo articulados dentro de los planes que, en un medio-largo plazo, hubieran dado un valor añadido al urbanismo de nuestras localidades del cual todos nos hubiéramos sentido orgullosos.

La oportunidad está pasado por nuestros ojos. Las propuestas de algunos ciudadanos y representantes políticos también. La posibilidad de hacer estudios interdisciplinares (esa palabra tan mentada y que se ejerce tan poco), en los cuales no sólo el urbanismo es importante, sino todas las ciencias paisajísticas que giran en torno al mismo, avanzando hacia unas poblaciones sostenibles, recuperando el Patrimonio Cultural local y popular, hubiera sido una verdadera inversión de futuro.

Con pocos medios, aprovechando la planificación, se consiguen resultados inesperadamente positivos. Con muchos medios, planificando desde las capitales y olvidando lo popular en aras de un progreso mal entendido, se consiguen los resultados desgraciados de siempre. La escasa capacidad (o falta de ganas) de dinamizar a las gentes y de apostar por valores del siglo XXI, hacen el resto.


Víctor Manuel Guíu Aguilar

jueves, 4 de diciembre de 2008

DEBATE SOBRE EL FUTURO DE TERUEL



El pasado 14 de noviembre celebramos en Cedrillas una Jornada sobre “Desarrollo local sostenible en el medio rural”. Quisiéramos continuar la reflexión que iniciamos esa tarde de sabado en la Sierra de Gudar.
Con este texto de reflexión de José Manuel Nicolau, queremos iniciar un debate en el Blog sobre el futuro de Teruel, valorando los modelos de desarrollo que se nos presentan.
Nos gustaría la máxima participación a través de la sección de “comentarios”, que ofrece esta forma de comunicarnos.



En la sociedad turolense hay un sentimiento de insatisfacción y de frustración porque esta tierra no ofrece perspectivas de futuro ni posibilidades de llevar adelante un proyecto de vida. No hay futuro para los jóvenes, que tienen que emigrar. La insatisfacción lleva en ocasiones a la queja, al sentirse agraviados con otros territorios. Incluso se llega al victimismo. Y a la baja autoestima.

Se dice que la escasez de perspectivas de futuro se debe en primer lugar a la falta de empleo por falta de dinamismo económico y a la precariedad de servicios sociales básicos.

Por ello desde las administraciones y desde el sector privado se han acometido diversas iniciativas para atraer inversiones y promover proyectos que dinamicen la economía y creen puestos de trabajo. Y se ha tratado de mejorar los déficits de algunos servicios.

Se han hecho cosas a escala macro: la autovía mudéjar, Dinópolis, las estaciones de esquí, el aeródromo de Caudé, mejoras en algunos servicios sociales (sanidad), la ciudad del motor, el Jamón de Teruel ... Y se siguen demandando otras que se consideran vitales: el eje ferroviario Sagunto-Santander, la autovía Teruel-Cuenca, el AVE ...

(También hay muchas iniciativas a escala micro, endógenas, relacionadas con el turismo, el sector agro-alimentario, el medio ambiente. La opinión hegemónica en la provincia, aunque las valora, les da menor peso que a las macro, principalmente porque generan menos empleo).

Lo hecho en estos años no ha mitigado la insatisfacción. Y la irritación parece que estuviera aumentando.

Pero sucede un hecho aparentemente llamativo: hay jóvenes que, a pesar de tener trabajo en la industria o el turismo en la provincia, lo dejan para marchar a las grandes ciudades: Zaragoza, Valencia, Madrid. Esto es una queja de algunos alcaldes. Como explica José Ramón Bada en su libro "La sed. Monegros y otra escala de valores" las personas de hoy en día buscamos, sobre todo, tener acceso a las cosas con la mayor inmediatez posible y estar bien conectados a las redes de comunicación. Y eso sólo se consigue en las grandes ciudades. Por eso hay un traslado a las ciudades por considerarse el medio más adecuado para la realización personal en el mundo actual.

Parece difícil que aunque la economía de Teruel crezca y, por ejemplo se alcance el objetivo de los 50.000 habitantes en la capital, desaparezca la insatisfacción. Porque los jóvenes seguirán prefiriendo vivir en una gran ciudad antes que en una pequeña capital de provincias, que seguirá sin satisfacer las "necesidades" de hoy en día. Y esa realidad seguirá generando frustración. Los hijos que estudian fuera no vuelven a una ciudad pequeña. Por falta de trabajo y/o de alicientes. (Me gustaría disponer del dato de qué tipos de empleos se están generando y el porcentaje de ellos ocupados por inmigrantes, en Teruel).

Así, que la tarea que hay emprendida por el crecimiento económico turolense a toda costa, reivindicando infraestructuras e inversiones, puede ser necesaria, no sé, pero no va a ser suficiente para calmar la insatisfacción de fondo. ¿Lo han pensado los políticos y fuerzas vivas que han tomado este rumbo? ¿Saben a dónde nos quieren llevar?.

¿O quizá estoy equivocado y con el AVE, la autovía de Cuenca, la de Monreal-Alcolea, el ferrocarril en condiciones, se alcanzará un nivel de actividad que satisfaga las expectativas de vida del común del turolense? ¿O por lo menos el ciudadano se sentirá atendido, querido por el estado y será eso lo que le recompense? (En el fondo "lo que necesitamos es amor").

En todo caso esta apuesta por el mayor crecimiento posible tiene una derivada a destacar, entre otras: la pérdida de patrimonio natural, cultural y paisajístico. Las infraestructuras, el urbanismo, el esquí, la minería, la industria ocasionan impacto ambiental. La opinión generalizada en Teruel es que dada la situación de penuria y de desventaja de la provincia respecto a otros lugares españoles, la cuestión ambiental no puede frenar ningún proyecto que genere empleo. Incluso de forma implícita se pide una cierta excepcionalidad en la aplicación de la normativa ambiental vigente.

Recientemente, algunos turolenses que trabajan en empresas importantes de la provincia me han confesado, medio en broma medio en serio, que no ven mal algunas de estas infraestructuras que impactan sobre la naturaleza, siempre y cuando no afecten a sus territorios preferidos, los que recorren y pasean con deleite para "cargar las pilas", los que les alimentan su espíritu, los que les ayudan a encontrar serenidad y sosiego o los que forman parte de sus señas de identidad. Y es que hay más personas de las que podría parecer en principio para las que la naturalidad y soledad del paisaje turolense constituyen una fuente de bienestar emocional imprescindible. Y pueblos enteros, como Aguilar de Alfambra, que valoran más su paisaje que los supuestos beneficios de una industria extractiva. Se ha escrito que la Celtiberia era el mejor territorio para comunicarse con los dioses en la Iberia pre-romana. No lo sé, pero hoy en día las sierras, las parameras, los vagos y tantos rincones del paisaje de Teruel siguen transmitiendo una fuerza y espiritualidad extraordinarias. Esto va a quedar muy diezmado con la dinámica del crecimiento incesante, que reduce la naturalidad del paisaje turolense. Porque no se trata tanto de su riqueza biológica, sino de su naturalidad. En Teruel hay grandes extensiones de paisajes deforestados con los suelos erosionados, degradados por nuestros antepasados, quienes llevaron a cabo una gestión no sostenible. ¡Tantos cabezos y parameras pelados! Sin embargo, aunque desvestidos de la cubierta forestal, y desprovistos del suelo, su aspecto natural por ausencia de estructuras artificiales ligadas al urbanismo, infraestructuras o industria, transmite. Transmite mucho, como el desierto, las estepas, los altiplanos, la alta montaña, también desolados.

Esta reflexión puede resultar ridícula y aún insultante para algunos. El paradigma actual sostiene que el paisaje está para producir, "para dar de comer" por encima de las demás cosas. Producir bienes materiales. ¿Se imaginan una sociedad que decidiese proteger espacios naturales por su valor emocional o espiritual? Eso lo hacían y lo hacen algunas comunidades indígenas. ¡Pero nosotros!

Se ha fijado la idea de que "Teruel está muy mal socio-económicamente" y que hay que hacer "lo que sea" para sacarlo adelante. Y este paradigma se ha impuesto de tal manera que quien se sale de él, e incluso quien sólo lo matiza, recibe críticas feroces. Por ello el margen en lo ambiental es escaso. Y hay otra derivada más. El diagnóstico negativo y victimista tapa los valores positivos que tiene la vida en Teruel y que escasean en las grandes ciudades: la paz social, la seguridad, la tranquilidad, la proximidad a la naturaleza, las relaciones más humanas, entre otras.

Quienes pensamos que desarrollo es mucho más que crecimiento económico nos encontramos incómodos con la visión reduccionista vigente. Y también con la agresividad con que se impone. Pero tenemos derecho a expresar que el desarrollo también -sobre todo- debe ocuparse de la parte emocional y espiritual del ser humano. Que el territorio turolense es privilegiado en este sentido. Que el crecimiento basado en la aplicación de tecnología impacta sobre el territorio y cercena sus valores más intangibles.

Cómo compaginar una economía con la vitalidad necesaria para que la sociedad funcione y haya unas ciertas expectativas de futuro, con la conservación y restauración del patrimonio natural es un reto para el que no tengo respuesta ni estoy capacitado. Pero sí tengo derecho a pedir que las autoridades se apliquen a esa tarea. Entre otras cosas porque lo manda la Constitución del 78 y las directivas europeas.



JMNicolau, noviembre 2008