viernes, 18 de abril de 2008

ALIAGA: PARAÍSO GEOLÓGICO Y ESPECTRO INDUSTRIAL



En 1952 entraba en funcionamiento la Central Térmica de Aliaga, propiedad de Eléctricas Reunidas de Zaragoza y considerada en su momento “la mayor y más moderna de las centrales térmicas españolas”. En 1982 se producía su cierre definitivo; con él, la venta apresurada y sin criterio, el desguace de unas instalaciones que quedaban convertidas en ruina espectral, y el desamparo de un municipio que veía su supervivencia con inquietud.
Durante tres décadas, la instalación, alimentada con el lignito de las minas de Aliaga y, más tarde, con el extraído en otras cuencas, había generado una cantidad importante de energía eléctrica, había ofrecido su cupo de siniestralidad laboral, había contaminado seriamente el entorno más inmediato con sus humos y residuos (a los chicos del barrio de La Aldehuela nos producían admiración las enormes columnas de gases y carbonilla que lanzaban sus poderosas chimeneas), había contribuido modestamente al efecto invernadero planetario, y había procurado prosperidad económica al pueblo.
En la actualidad, junto al embalse que abasteció de agua la central, prácticamente colmatado por los aportes limosos del río, las ruinas del enorme edificio continúan deteriorándose. Las rodean otras menores: el cuartelillo de la Guardia Civil, que defendía las instalaciones de los posibles ataques de los maquis, los chalets de técnicos y directivos, la iglesia... Todas ellas afean el entorno paisajístico y producen una impresión de abandono y dejadez impropios de un pueblo que quiere cuidar su imagen de cara a turistas y visitantes. Las ruinas de la central térmica suponen también un peligro para la integridad física de las personas que, desobedeciendo el cartel de “prohibido el paso”, se adentran en ellas, alentadas por la curiosidad y la facilidad de acceso.
A escasa distancia se extiende la escombrera donde se fue acumulando, con el paso de los años, una gran masa negruzca de escorias procedentes de la combustión del carbón. A pesar de la tímida colonización vegetal, su impacto visual es de grandes proporciones. Por otra parte, debido a la inconsistencia de los terraplenes de la escombrera, las lluvias van arrastrando la carbonilla barranco abajo hasta acumularse en el lecho y las orillas del río Guadalope.
Proyectos de reactivación turística como el Parque Geológico de Aliaga, basados en el uso racional del patrimonio natural, cultural y paisajístico, se ven seriamente perjudicados por ese triste espectáculo al que, sin embargo, no es fácil dar solución. ¿Cómo pueden los actuales propietarios de la central rentabilizar semejante ruina? ¿Debería la Administración exigir su demolición para evitar que cualquier día un derrumbe o desprendimiento produzca una desgracia? ¿O tal vez propiciar la rehabilitación de un edificio que fue en su época “la joya de la corona” de E.R.Z. y constituye sin duda un valioso patrimonio industrial? Puestos a soñar, ¿cabría un gesto de dignidad y generosidad por parte de la propia compañía ex-propietaria, la próspera ERZ-Endesa, en forma de patrocinio o ayuda para tal fin? En buena lógica, los departamentos de Medio Ambiente y de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de Aragón deberían sentirse concernidos, así como el propio Ayuntamiento de Aliaga.
No debe descartarse que el entorno de la térmica, contiguo a la carretera y a la red de abastecimiento eléctrico, siga teniendo uso industrial, aminorando así la presión sobre otros espacios ambientalmente más sensibles del municipio. Recientemente se ha conocido un proyecto de reutilización de las escorias de la escombrera como materia prima para una industria cementera. De confirmarse, sería un primer paso para movilizar voluntades y poner un poco de orden en esta ominosa herencia.

Gonzalo Tena Gómez

1 comentario:

Luis Antonio dijo...

Enhorabuena por el artículo, Gonzalo. La fotogrfía es extraordinaria.Un cordial saludo