martes, 2 de septiembre de 2014

EL FUTURO DE YESA: GANADEROS PRODUCTORES DE AGUA







Las urbanizaciones de Yesa expropiadas. La ladera no es segura para albergar viviendas pero sí para sostener la presa. La CHE debería explicar esta aparente contradicción. ¿Y se acuerdan del compromiso solemne del ex-presidente Marcelino Iglesias en aquel discurso inaugural de legislatura prometiendo una política de aguas que no afectaría ya a más núcleos de población? Pues no solo eso, sino que la CHE ha clavado las pilastras del nuevo puente de Artieda, como aguijones en la piel de un toro, a pesar de que en el peor de los casos no circularán vehículos por él en unos cuantos años. ¿Otra versión del bailaré sobre tu tumba? Hay poco de racionalidad en esa decisión y mucho de emocional. Pero de emociones bajas.
Cansa mucho tener que repetir una y otra vez lo obvio. Que las laderas de la cerrada de Yesa son inestables, no son adecuadas para albergar una presa y no se puede poner en riesgo la vida de los sangüesinos. Lo advirtió el ingeniero de la actual presa, René Petit. Lo explicó el Doctor Montserrat. Lo viene trabajando a fondo desde hace 20 años el profesor Antonio Casas. Y hay más obviedades: Que el coste económico de las obras se ha triplicado y la obra no resiste ningún análisis coste-beneficio. Que Bardenas podría embalsar tanta o más agua que el Yesa recrecido con embalses en su propio territorio, tal y como se propuso hace una década. Que la Canal de Berdún ya contribuyó de manera notable al regadío de Bardenas con la presa actual pagando un precio altísimo en sufrimiento humano y desvertebración territorial. Pero ahí siguen con la misma matraca: “Aragón, agua y futuro”.
Permítanme hablar del futuro. De un futuro que es ecológico o no será. Es decir, o nuestra forma de vida respeta el funcionamiento de la naturaleza para seguir recibiendo de ella los múltiples servicios que nos presta –imprescindibles para nuestro bienestar- o nuestra sociedad no es sostenible.  Necesitamos ecosistemas saludables pletóricos de biodiversidad para disponer de antibióticos, fármacos, alimentos y materias primas básicas, para tener bajo control plagas e infecciones; ecosistemas que sigan generando el oxígeno que respiramos, regulando el clima, dándonos agua de calidad, protegiéndonos de las inundaciones y tormentas; paisajes que contribuyen al desarrollo de nuestra identidad como personas, a nuestro bienestar emocional y que además son la base del turismo, … y no seguimos más pues la lista es interminable.
Es sabido que los caudales del Aragón y de la mayoría de los ríos pirenaicos se han reducido en torno a un 20% en los últimos 60 años a causa del desarrollo de la vegetación tras el abandono rural. Los montes se han vestido. Antiguos bancales de cultivo y lastras están siendo colonizados por los pinos; algunos pastos de alta montaña matorralizados, embastecidos; y valles enteros como La Garcipollera, fueron repoblados. Esta nueva vegetación consume una parte de agua de la lluvia en la fotosíntesis para desarrollarse, enviándola a la atmósfera (agua verde) y la detrae de los ríos y acuíferos (agua azul). Así que tenemos más biomasa -lo que va bien contra el calentamiento global-, mejor conservación del suelo, agua de más calidad, pero menos agua para nuestro consumo. De este fenómeno se pueden extraer muchas lecciones. Comentaremos sólo una de ellas: El agua de los ríos no viene sólo de la lluvia y de la nieve que caen del cielo. Depende también de las actividades humanas que se llevan a cabo en el territorio, de manera que los habitantes de la cuenca del Aragón pueden influir en la cantidad de agua a “producir” y a aportar a los embalses. Y su influencia no es pequeña, supone muchos hectómetros cúbicos.
En las próximas generaciones la economía pirenaica del futuro añadirá a sus tradicionales fundamentos –turismo y sector primario- una nueva actividad: la provisión de servicios ambientales. Y probablemente el más importante y valioso será la producción de agua, la cual se llevará a cabo mediante el manejo de la vegetación. De manera que veremos ganaderos que además de carne y leche producirán … agua. Y forestales que manejarán el monte para generar agua, además de madera. Para desarrollar esta nueva actividad habrá que mantener una relación más cercana y estrecha con la naturaleza, desde luego con una mirada nueva y nuevas técnicas. Y a la vez, habrá que reforzar el sentimiento de arraigo, de vínculo a una tierra, a un río, a un territorio. Un vínculo emocional de calidad, sin duda. Será tarea que habrán de abordar ya nuestros hijos, pero antes nosotros tenemos que despejarles el camino acabando con los fantasmas del pasado: Yesa no pas.

José Manuel Nicolau Ibarra
Profesor de Ecología
Universidad de Zaragoza


 Artículo publicado en "El Pirineo Aragonés de Jaca", el periódico más antiguo de la prensa aragonesa.



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