lunes, 1 de abril de 2013

ARCILLAS QUE NOS DESANGRAN EN LAS TIERRAS DEL ALTO ALFAMBRA



José Manuel Nicolau, Ángel Marco, Olga Estrada, Javier Oquendo, Gonçal Tena, Ignacio Teres, Francho Ch. de Jaime, Patricio Garcia-Fayos, Nicolás Ferrer-Bergua, Víctor Guiu, José Luis Simón, Jorge Abril, José Manuel Salesa, Alejandro Pérez*

En estas semanas se está procediendo a la expropiación de fincas en Galve para la ampliación de la cantera de arcilla. Y en el pueblo algunos vecinos están viviendo momentos muy delicados. El verano pasado este proyecto había recibido ya el visto bueno ambiental de la DGA. En la Jornada Técnica sobre la minería de arcillas que se celebró en Teruel en 2009, el representante de la compañía multinacional que opera en Galve sostuvo que las empresas mineras que trabajaban en Teruel no disponían de las suficientes garantías jurídicas para realizar su actividad. Intentó que se aprobara una declaración en esa línea, algo a lo que los participantes no accedieron, argumentando que España es un Estado de derecho donde las administraciones públicas velan por la seguridad jurídica de ciudadanos y empresas. 
¡Resulta llamativo, lo que nos ha deparado el paso del tiempo! Primero la empresa obtuvo una Declaración de Impacto Ambiental favorable con argumentos muy forzados en contra de la opinión de técnicos y académicos buenos conocedores del territorio y de la dimensión ambiental de la minería. Y después, algo doloroso: han sido condenados por la justicia dos miembros de la asociación Aguilar Natural que remitieron un artículo de la Plataforma en contra de una sentencia favorable a la apertura de otra cantera de la misma multinacional. Se ha tratado de un proceso jurídico y de una sentencia que están muy lejos de los valores y procedimientos con que nos manejamos cotidianamente algunos que nos consideramos ciudadanos responsables y socialmente integrados. ¡Vaya con la indefensión jurídica de la multinacional! 
Los ciudadanos hemos aprendido mucho en estos años de crisis. Hemos aprendido que sectores empresariales muy importantes, como el financiero o el de la construcción, entre otros, nos han perjudicado gravemente: crecimiento  no equivale siempre a bienestar para el ciudadano. Que muchos políticos nos han mentido y nos mienten. Y que cargos importantes de las administraciones del Estado no han ejercido cabalmente sus responsabilidades. Por todo ello nos sentimos engañados, desconfiados y desamparados. 
En Teruel se cuentan con los dedos de una mano las canteras de arcilla que han hecho algo de restauración ambiental, cuando la legislación obliga a ello desde 1982. Y en su mayoría son restauraciones de un nivel bajo, muy lejos de las del carbón. En la cantera de Galve la restauración es inexistente. Y a pesar de este pobre currículo ambiental del sector, la administración aragonesa sigue facilitando el camino a proyectos que en los papeles anuncian mucho y en la práctica no muestran nada. Creemos que las instituciones tienen que replantearse seriamente esta política.
Para que Teruel exista se necesita mucho más que inversiones. Debe haber un territorio y una naturaleza saludables que, por un lado, sigan aportando los recursos básicos para el sector primario y el turismo y, por otro, sigan constituyendo una parte importante de las señas de identidad de las personas, tan importantes para su felicidad. Y son bienvenidos los inversores, pero los que tengan vocación de adquirir un cierto compromiso  con el territorio turolense, su socio. La fragilidad social y ambiental de estas tierras así lo exige. Y siempre, siempre, se necesita una administración que ampare a los ciudadanos que día tras día trabajan para que esta tierra exista. Algunos de ellos lo vienen haciendo desde Galve y Aguilar del Alfambra, con notable ahínco, desde hace años.

*Miembros del Colectivo Sollavientos

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