domingo, 1 de enero de 2012

LA PROTECCIÓN DE JAVALAMBRE: ASIGNATURA PENDIENTE (I)








Dolina en artesa. Sierra de Javalambre

Autor de la fotografía: José luis Peña










La sierra de Javalambre cuenta con un patrimonio botánico, geológico, geomorfológico y paisajístico muy singular y valioso. Por su altitud y su constitución calcárea, conserva importantes restos de modelado kárstico y periglaciar. Existen en él numerosas dolinas, como son los “cuencones” en embudo próximos al barranco de la Zarzuela o un campo de dolinas en artesa que se extiende por la zona de cumbres. También extensos campos de lapiaz (acanaladuras y grietas abiertas por la disolución de la caliza) que aportan un sello peculiar al paisaje. Al pie del Alto del Ventisquero se localizan numerosas acumulaciones de derrubios y grandes bloques generados en las fases frías del Pleistoceno, en las que se instalaron neveros permanentes (morrenas de nevé o protalus rampart). Este patrimonio geomorfológico, vestigio muy relevante de la evolución climática cuaternaria, se halla actualmente muy afectado por la estación de esquí y las vías de acceso construidas a partir de 1995-1996.

La situación geográfica y topográfica del alto Javalambre ha favorecido la existencia de un singular paisaje vegetal, con presencia de especies relictas y endémicas fruto de su aislamiento tras las épocas glaciales. Se observa en el conjunto del macizo una marcada gradación de la vegetación según la altitud: entre 1000 y 1200-1300 m, sabinares albares mezclados con encinas o quejigos; al ganar altura, formaciones específicas de sabina albar que dejan paso, a partir de 1500-1600 m, al pino albar; éste es finalmente sustituido en las zonas de cumbres por pastizales de alta montaña y amplios rodales de sabina rastrera que producen un aspecto característico de ‘piel de leopardo’.

Es muy interesante la integración del paisaje vegetal de Javalambre con sus elementos geomorfológicos. El éxito adaptativo que las sabinas rastreras demuestran colonizando las laderas tiene que ver con el delicado y uniforme tapiz de cantos y limo que cubre éstas, producto de la fragmentación de la caliza por la helada (gelifracción) y de la regularización de las vertientes por la dinámica estacional de hielo-deshielo y pequeños flujos del suelo (solifluxión). En los exiguos suelos que proporciona este terreno calizo karstificado, la vegetación se ha adaptado aprovechando los fondos de dolinas rellenos de arcilla, donde encuentra mejores suelos y mayor humedad, así como los huecos y surcos abiertos por el lapiaz. Es curiosa la forma en que el matorral y las herbáceas dibujan largas bandas entrecruzadas siguiendo las fracturas tectónicas, posteriormente disueltas y rellenas parcialmente de arcilla. La interdependencia del manto vegetal y el suelo es tal que cualquier intervención puede generar importantes desajustes en el equilibrio de las laderas y un incremento exponencial de los procesos de erosión.

Los valores naturales del alto Javalambre han propiciado su catalogación bajo distintas figuras de protección, así como una declaración formal de su singularidad por distintos organismos internacionales: Lugares de Interés Comunitario (LIC); Área de Especial Protección Urbanística; Centro de Diversidad Vegetal (Centre of Plant Diversity) declarado por el World Wide Fund for Nature (WWF) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (sólo algunos enclaves del Pirineo y Sierra Nevada tienen en nuestro país esa consideración); Plan de Mejora de las Poblaciones de Plantas Endémicas y Amenazadas; Lugar de Interés Geológico de la Comunidad Autónoma de Aragón. Se trata de una amalgama de “condecoraciones honoríficas” sobre el papel que, desgraciadamente, no se han visto refrendadas con una figura de protección firme y operativa por parte de la Administración, como sería la de Parque Natural o, por qué no, Parque Nacional.



Autores:
Jose luis Simón. Catedrático de Geología de la Universidad de Zaragoza
José Luis Peña, Catedrático emérito de Geografía Física de la Universidad de Zaragoza





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