domingo, 29 de enero de 2012

TERUEL POR SI MISMO (III)











Una buena “caldica”


Manel Moya*











El tío Miguel advertía: “¡Chacho! en esta tierra en invierno, vale más que te falte el pan que la leña”. Añadía también: “aunque esa casa es muy abriga; aun con la cuadra vacía, y sin nada en los graneros…”. En invierno, en más de una ocasión, el final de un encuentro con él podía ser algo como:“ !hasta luego!... voy a ver como va la estufa”. Estas aseveraciones, y otras muchas más, sobre temas diversos, me provocaron siempre la curiosidad por saber hasta qué punto mi percepción coincidía con la rotundidad con la que él se manifestaba. Hoy, pasados unos años, después de haber estado in situ durante algunas semanas en invierno, han cobrado sentido muchos conceptos contenidos en aquellas frases rotundas y chocantes en su momento.

Desde la cocina con la lumbre en las losas, las muy posteriores cocinas económicas, recocinas con fogones de gas butano, estufas de plancha, de hierro, etc. hasta los “modernos” sistemas de calefacción, hemos podido presenciar, en relativamente pocos años, cambios notables en los modos y sistemas de conseguir calentar la casa durante los rigores del invierno.

Hemos podido ver también cómo se incorporaban técnicas, materiales y procedimientos constructivos importados de otros lugares, aunque no siempre adaptados a las condiciones de la arquitectura popular o tradicional. No tener en cuenta las diferencias climáticas entre unos territorios y otros ha producido más de un chasco.

Desde hace unos años, nuevos principios y sistemas, bajo la etiqueta de alternativos, han ido difundiéndose de la mano de auténticos pioneros en el tema (uso de la biomasa, consumo de proximidad, respeto al medio ambiente, etc.). Estas y otras ideas formuladas con una nueva jerga no han conseguido calar en muchos ámbitos de nuestra sociedad, menos aun en el rural, tal vez por aquella atávica “desconfianza rural preventiva”. Aunque antaño, por necesidad, y sin llamarlo del mismo modo, aplicaban buena parte de lo que hoy aparece como nuevas alternativas. Era la austeridad, obligada entonces, y que ha brillado por su ausencia en los últimos decenios. Con todo, lentamente, parece que vamos aceptando e incorporando algunos de esos viejos/nuevos sistemas y principios.

El uso de la llamada biomasa comienza a sonar en proyectos a gran escala. Centrales de generación eléctrica, plantas de procesamiento en lugares sin demasiada biomasa (!). Promesas de puestos de trabajo (siempre exiguos al final), plantaciones de nuevas variedades de chopo con genética patentada, limpieza de montes contra incendios. Pellets que viajarán cientos de kilómetros para ser consumidos con tecnología sostenible, pero con un gran consumo de energía para su fabricación y comercialización. Bajo el “palio verde” de la sostenibilidad, muchos procesos insostenibles corren riesgo de pasar inadvertidos.

En otra escala, la más doméstica o popular, ya no suenan tantos proyectos ni políticas claras que se dirijan a la innovación para una mejor calidad de vida. Por ejemplo, mientras en Europa se avanza para reducir los niveles de contaminación producidos por los sistemas de calefacción doméstica, aquí la mayoría de estufas que seguimos utilizando son absolutamente ineficientes y obsoletas. A todos nos produce una cierta nostalgia ver cómo sale humo de las viejas chimeneas de los pueblos, pero una estufa convencional es una auténtica máquina de contaminar y consumir combustible ineficientemente.

No hay soluciones mágicas, por descontado, pero es necesario abrirse a las experiencias y técnicas que se aplican en otros países de nuestro entorno. ¿Cómo se calientan con leña en los países nórdicos, con climas más crudos que aquí? ¿Por qué no se conocen apenas alternativas más eficientes (las estufas de inercia térmica, por ejemplo)?

Debemos, a la vez, poner en valor los recursos de proximidad. ¿Tiene sentido que la leña de los montes, no tenga un uso más eficiente para los habitantes cercanos a estos? ¿Cuántas escuelas, multiservicios, locales públicos, etc., podrían calentarse en invierno con recursos forestales de proximidad ?

Hay soluciones eficientes en este ámbito. Necesitamos políticas públicas de difusión y apoyo para la introducción de mejores sistemas. Innovar también puede generar nuevos puestos de trabajo. Nada es fácil, por descontado, pero los gestores de lo público harán bien en plantearse iniciativas (instalaciones) que sirvan de ejemplo.

Volviendo al tío Miguel, él no usaba la palabra biomasa, le bastaba con otras como: leño, cándalo, rimero, caldica. De haberla conocido seguramente hubiera dicho algo como:

“¡Chico!, no vaya a ser que por quererlo todo nos quedemos sin nada, y además, matemos a la gallina biomasa de los huevos de oro”.



*Colectivo Sollavientos



domingo, 22 de enero de 2012

TERUEL POR SI MISMO (II)












Sinergia, cooperación


José Luis Simón *






La palabra sinergia se ha puesto de moda. La Real Academia la define como la “acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”. El vocablo original griego significa cooperación, y proviene etimológicamente de la unión del prefijo sin- (con, junto) y ergon (trabajo). En el moderno lenguaje político-social se aplica a la confluencia de intereses y esfuerzos que hacen posible la consecución de un objetivo relevante, haciendo hincapié en el carácter muchas veces coyuntural y efímero de dicha confluencia.


Quizá parezca una palabra un poco rebuscada, pero su significado nos es muy familiar. Los turolenses, sobre todo en los pueblos pequeños, tenemos un sentido profundo de la sinergia, hasta el punto de supeditar a ella casi todo nuestro funcionamiento colectivo. Sabemos que cualquier intento de hacer o cambiar algo por parte de una persona sola, o por un grupo pequeño que no cuente con el apoyo de la comunidad, es un gasto de energía inútil. A quien tiene una idea innovadora y trata de contagiarla, de buscar adeptos y colaboradores, suele costarle mucho. Mientras el individuo no percibe que todos o casi todos los demás miembros de la colectividad entran en la onda, no mueve un dedo. Esta actitud es la que nos ha granjeado a los turolenses una cierta fama de frialdad e inmovilismo, sobre todo ante la gente que viene de otras latitudes y nos conoce sin llegar a franquear el umbral de la amistad y el conocimiento personal.


Pero esa actitud no es más que un mecanismo de ahorro de trabajo, perfectamente comprensible en una sociedad como la nuestra, que históricamente ha tenido que buscarse la vida en condiciones difíciles, con recursos escasos. La política actual se basa en el parlamentarismo, en la búsqueda de consensos, en encontrar el común denominador de posturas a veces muy divergentes. Hacer realidad un proyecto significa con frecuencia meses o años de trabajo preparando informes con datos y argumentos que convenzan a alguien que buscamos nos financie. Ciudadanos, asociaciones o ayuntamientos enfatizan lo mucho que han de “luchar” para conseguir sus objetivos, cuando en realidad sólo hablan de lo mucho que les cuesta que alguien que está más arriba simplemente les escuche y les entienda. Los grupos que van a contracorriente de las ideologías dominantes pasan toda su existencia haciendo proselitismo casi inútil, gastando toneladas de entusiasmo en un empeño que está condenado de antemano al fracaso. Por el contrario, las sociedades rurales no nos permitimos esos dispendios: vamos al grano; empezamos a hacer sólo aquello que sabemos que se puede acabar, que se puede acometer con un consumo de esfuerzo razonable; evitamos los forcejeos inútiles y ponemos manos a la obra sólo cuando constatamos que TODOS remamos en la misma dirección.


Por eso parece que nos movemos por impulsos, pero ello no es sinónimo de irreflexión. Hay un subconsciente colectivo que identifica el reto y señala el momento oportuno en que todas las energías se aúnan (energía en sintonía, sinergia) para acometerlo con éxito. El mismo frenesí solidario se desata ante una catástrofe o una desgracia que requiere respuesta inmediata, una situación en que nadie duda que TODOS nos vamos a volcar. Por eso el pueblo hace piña cuando hay una riada o un incendio. Por eso, entretanto, un peirón o un viejo lavadero van cayéndose a trozos durante décadas sin que nadie haga nada. Pero amanece un día en que el subconsciente colectivo dictamina que su restauración es la tarea más urgente del mundo y, dicho y hecho, el peirón o el lavadero lucen de nuevo en todo su esplendor.



* Colectivo Sollavientos










domingo, 15 de enero de 2012

TERUEL POR SI MISMO (I)



El hotel de los botijos (y los olivos)



Gonzalo Tena Gómez*

En recuerdo de nuestro compañero Juan Paricio




Con frecuencia, las personas y colectivos preocupados por la realidad social, económica o medioambiental de Teruel ponemos el acento en las amenazas y los aspectos negativos. En el Colectivo Sollavientos queremos iniciar, con éste, una serie de artículos sobre lo que nosotros consideramos ejemplos positivos, ejemplos de buenas prácticas de desarrollo, ejemplos de actuaciones en defensa de lo nuestro, de productos y servicios de calidad generados de forma respetuosa con el patrimonio y el medio. Estamos convencidos de que hay muchos turolenses que trabajan con ese horizonte, y otros muchos que se sienten identificados con ellos, y ven la potencialidad de nuestra gente y nuestro territorio más allá de las carencias tantas veces aireadas.

En el número 13 del Paseo de la Mina de la villa de Castellote (con un censo poblacional para su término municipal de 804 habitantes en 2010), se levanta el Hostal Castellote, un establecimiento que actualmente ostenta la categoría de hotel de 3 estrellas. En cada uno de los balcones de las habitaciones crece un olivo, seña de identidad de la zona, según Mariano, gerente del local. En su interior se exhibe, distribuida en vitrinas, estantes y poyos, una curiosa y abundante colección de botijos, producto de la donación de clientes, con ejemplares llamativos y valiosos.

Hay otros aspectos que llaman la atención en este confortable y acogedor hotel, y convierten la estancia en él en una gratificante experiencia: el buen gusto de la decoración y el mobiliario que se hace presente en las habitaciones y otros espacios comunes; la calidad culinaria ofrecida en su restaurante con productos cultivados en los huertos del pueblo -y muy a su pesar se encuentran con impedimentos burocráticos para ofrecer mermelada casera de pepino, de la que los clientes no pueden llevarse ningún pequeño frasco para recordar y saborear esos momentos pasados en Castellote-; los más que razonables precios y, sobre todo, el trato personal exquisito ofrecido a la clientela por Mariano, que hace las veces de recepcionista… Que conste que la intención de este texto no es promocionar el establecimiento referido, aunque indirectamente sea inevitable.

En el recuerdo quedan la antigua Fonda Viuda de Lecha, y la originaria Posada Ramón Lecha, Vinos y Comidas, que son el embrión del actual hotel, inaugurado en 1984, renovado y amplificado posteriormente. En el momento actual se ocupa del negocio la tercera generación familiar, constituida por Marina, Mari Carmen y Mariano, junto a Consuelo, de la generación anterior. El orgullo por los años de esfuerzo y el resultado obtenido se hacen patentes.

Todo el personal de la plantilla del Hostal Castellote está en constante formación y actualización en relación con los diferentes aspectos de su dedicación (cuestión clave en el planteamiento y desarrollo de cualquier iniciativa empresarial vocacional, que implica tiempo y esfuerzo). Por otra parte, la consideración del planteamiento de prestar un servicio (al turista, al trabajador o al viajante) prima sobre el del propio negocio empresarial, sin dejar de ser éste imprescindible. Y que tomen nota los políticos “descarriados”, en lo de prestar servicio…

El establecimiento colabora con otros del ramo en la comarca y reconoce buena voluntad en la Administración, con la que mantiene una relación correcta. Desde 2009 esta pequeña empresa mantiene el contrato fijo para 12 personas.



*Colectivo Sollavientos


lunes, 9 de enero de 2012

LA PROTECCIÓN DE JAVALAMBRE: ASIGNATURA PENDIENTE (y II)









José Luis Simón *
Ángel Marco *


El conjunto de declaraciones formales con las que cuenta sobre el papel el medio natural del macizo de Javalambre no se han visto refrendadas, desgraciadamente, con una figura de protección firme y operativa por parte de la Administración, como sería la de Parque Natural o Parque Nacional. Esta carencia, o la incapacidad para aprobar siquiera un Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (cuyo documento técnico se halla redactado desde 1995), han propiciado una suerte de ‘limbo legal’ de facto en el que la política de hechos consumados avanza inexorable.
La estación de esquí se puso en marcha en 1995-96 con una autorización provisional para la ocupación temporal de Monte de Utilidad Pública que tenía caducidad de un año. La autorización urbanística que le otorgó la Comisión Provincial de Ordenación del Territorio (COPT) establecía 24 prescripciones y medidas correctoras, entre ellas la exclusión de la pista denominada “Lapiaz” y la renuncia a construir cualquier acceso vial nuevo a la estación. El proyecto inicial y sus condiciones de partida han sido incumplidos, tanto en la construcción de la estación como en su posterior ampliación en 1998-99 (nuevamente sustentada por una autorización provisional del Servicio Provincial de Agricultura y Medio Ambiente): pistas y aparcamientos fuera de proyecto, movimientos de tierras no autorizados ni restaurados... La pista “Lapiaz” es aprobada por la CPOT para la ampliación de 1998 tras haber sido desechada en 1994 por su impacto ambiental; su construcción ha dado lugar a un grave deterioro en el paisaje kárstico y periglaciar de la vertiente norte del macizo. De todo ello da cuenta ampliamente el informe anual de 1999 del Justicia de Aragón a las Cortes regionales, a propósito de una queja recibida en relación con el tema.
En ese contexto de falta de atención hacia los controles establecidos por la propia Administración, y soslayando una de las condiciones expresamente establecidas en la autorización de la CPOT de 1994, la Diputación Provincial de Teruel promovió en 2001 un proyecto de nueva carretera a las pistas de esquí por la cara sur del macizo. El proyecto recibió, además de otras alegaciones, un informe de la Dirección General del Medio Natural del Gobierno de Aragón en el que se concluye que la construcción de ese nuevo acceso no es ambientalmente compatible con la conservación de los valores por los que se incluyó la zona dentro de la Red Natura 2000. La Dirección General de Calidad Ambiental acabó formulando, en 2005, Declaración de Impacto Ambiental desfavorable.
Pocos años después se presenta de nuevo ese mismo proyecto con sólo ligeros retoques. Parece una renuncia a las vías ordinarias que el ordenamiento jurídico contempla para dar cauce a cualquier recurso, y su sustitución por una táctica de pura insistencia bajo presiones sociales y políticas. Las razones de fondo por las que fue rechazado el proyecto en 2005 subsisten igualmente en el nuevo. Se quieren gastar más de 10 millones de euros en una carretera de nuevo trazado que supondría un atentado flagrante a los valores naturales que hacen de la sierra de Javalambre un paisaje único. Una obra que no se justifica por necesidades reales de comunicación entre poblaciones, y que exigiría de la Administración una atención extrema en materia de vialidad y seguridad y, por tanto, unos costes de mantenimiento muy elevados.
Los pueblos de la vertiente sur de Javalambre tienen un proyecto propio e interesante en el centro de divulgación de astronomía Galáctica, que se va a construir con fondos públicos en Arcos de las Salinas. La restauración para uso turístico de las antiguas salinas podría ser, en este mismo municipio, otro hito en la recuperación del patrimonio autóctono digno de atención y apoyo. Todo ello justifica una reivindicación de mejora de las carreteras que conectan con la Autovía Mudéjar, eje natural de comunicación con la Comunidad Valenciana, Teruel y Zaragoza. Esta vía de gran capacidad ha supuesto un revulsivo que la comarca de Gúdar-Javalambre está sabiendo aprovechar, y es la que permite la conexión más lógica para acceder a las pistas de esquí tanto de Javalambre como de Valdelinares.
*Colectivo Sollavientos

Enlaces, a través de lo que acceder a diversas alegaciones presentadas al proyecto de carretera de acceso, por la cara sur de la Sierra de Javalambre, a las pistas de esquí:

Colectivo Sollavientos

Ecologistas en Acción-Teruel

Jose I.Bruna

Extracto de alegaciones presentadas por 21 profesionales e investigadores del campo de las ciencias ambientales


Enlace de acceso a la entrevista que desde la cadena SER se realizó al profesor D. José Luis Simón, respecto al proyecto de Carretera de Acceso a Javalambre por la cara Sur.

http://www.goear.com/listen/dc95d54/entrevista-cadena-ser-teruel-jose-luis-simon-












































domingo, 1 de enero de 2012

LA PROTECCIÓN DE JAVALAMBRE: ASIGNATURA PENDIENTE (I)








Dolina en artesa. Sierra de Javalambre

Autor de la fotografía: José luis Peña










La sierra de Javalambre cuenta con un patrimonio botánico, geológico, geomorfológico y paisajístico muy singular y valioso. Por su altitud y su constitución calcárea, conserva importantes restos de modelado kárstico y periglaciar. Existen en él numerosas dolinas, como son los “cuencones” en embudo próximos al barranco de la Zarzuela o un campo de dolinas en artesa que se extiende por la zona de cumbres. También extensos campos de lapiaz (acanaladuras y grietas abiertas por la disolución de la caliza) que aportan un sello peculiar al paisaje. Al pie del Alto del Ventisquero se localizan numerosas acumulaciones de derrubios y grandes bloques generados en las fases frías del Pleistoceno, en las que se instalaron neveros permanentes (morrenas de nevé o protalus rampart). Este patrimonio geomorfológico, vestigio muy relevante de la evolución climática cuaternaria, se halla actualmente muy afectado por la estación de esquí y las vías de acceso construidas a partir de 1995-1996.

La situación geográfica y topográfica del alto Javalambre ha favorecido la existencia de un singular paisaje vegetal, con presencia de especies relictas y endémicas fruto de su aislamiento tras las épocas glaciales. Se observa en el conjunto del macizo una marcada gradación de la vegetación según la altitud: entre 1000 y 1200-1300 m, sabinares albares mezclados con encinas o quejigos; al ganar altura, formaciones específicas de sabina albar que dejan paso, a partir de 1500-1600 m, al pino albar; éste es finalmente sustituido en las zonas de cumbres por pastizales de alta montaña y amplios rodales de sabina rastrera que producen un aspecto característico de ‘piel de leopardo’.

Es muy interesante la integración del paisaje vegetal de Javalambre con sus elementos geomorfológicos. El éxito adaptativo que las sabinas rastreras demuestran colonizando las laderas tiene que ver con el delicado y uniforme tapiz de cantos y limo que cubre éstas, producto de la fragmentación de la caliza por la helada (gelifracción) y de la regularización de las vertientes por la dinámica estacional de hielo-deshielo y pequeños flujos del suelo (solifluxión). En los exiguos suelos que proporciona este terreno calizo karstificado, la vegetación se ha adaptado aprovechando los fondos de dolinas rellenos de arcilla, donde encuentra mejores suelos y mayor humedad, así como los huecos y surcos abiertos por el lapiaz. Es curiosa la forma en que el matorral y las herbáceas dibujan largas bandas entrecruzadas siguiendo las fracturas tectónicas, posteriormente disueltas y rellenas parcialmente de arcilla. La interdependencia del manto vegetal y el suelo es tal que cualquier intervención puede generar importantes desajustes en el equilibrio de las laderas y un incremento exponencial de los procesos de erosión.

Los valores naturales del alto Javalambre han propiciado su catalogación bajo distintas figuras de protección, así como una declaración formal de su singularidad por distintos organismos internacionales: Lugares de Interés Comunitario (LIC); Área de Especial Protección Urbanística; Centro de Diversidad Vegetal (Centre of Plant Diversity) declarado por el World Wide Fund for Nature (WWF) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (sólo algunos enclaves del Pirineo y Sierra Nevada tienen en nuestro país esa consideración); Plan de Mejora de las Poblaciones de Plantas Endémicas y Amenazadas; Lugar de Interés Geológico de la Comunidad Autónoma de Aragón. Se trata de una amalgama de “condecoraciones honoríficas” sobre el papel que, desgraciadamente, no se han visto refrendadas con una figura de protección firme y operativa por parte de la Administración, como sería la de Parque Natural o, por qué no, Parque Nacional.



Autores:
Jose luis Simón. Catedrático de Geología de la Universidad de Zaragoza
José Luis Peña, Catedrático emérito de Geografía Física de la Universidad de Zaragoza