martes, 27 de abril de 2010

EL PARQUE CULTURAL DEL CHOPO CABECERO EN EL ALTO ALFAMBRA (10)


TRONCOS VIEJOS, RAMAS NUEVAS

Imaginemos lo que debía de significar hace unas décadas el paseo de un hombre de campo por los sotos de Aguilar del Alfambra. Cada año, en la época de la escamonda, echaría un vistazo a los chopos cabeceros, que de algún modo habrían de llevar escrito el sosegado discurrir de su existencia. También él, cuando se casó, cortó las ramas gruesas del chopo para construirse un techo, y el día que le nació el primer hijo dejó crecer tres ramones para que, quince o veinte años después, el vástago pudiera talar las vigas de su propia casa. El hombre vería en estos fustes jóvenes, tiesos, tersos y robustos, un próspero futuro sustentado en un tronco cada vez más ancho y cada vez más viejo. En realidad no vería un árbol joven o viejo, sino un tronco todavía en desarrollo con ramas a punto de terminar su ciclo, o un tocón añoso del que brota una primera pelambrera fresca con que dar de comer al ganado. Lo vería crecer cuando los ramones adquiriesen consistencia y sirviesen para leña, o soñaría con los metros que faltaban a las vigas para cumplir un rito de fecundidad.
Porque esa es la gran virtud estética del chopo cabecero. Como árbol culto, creado por hombres del campo, su presencia es siempre una hermosa dialéctica entre dos maneras de medir el tiempo. El tronco se hace centenario con más facilidad que los árboles no intervenidos, pero las ramas, para que el árbol siga vivo, deben cortarse todavía jóvenes, en su más lozana plenitud, antes de que su excesivo peso quebrante la estructura del árbol entero. Sólo con el incesante sacrificio de las ramas puede pervivir el tronco bulboso y arrugado. El dolmen venerable reclama el sacrificio de los mozos.
Pero los plazos de las distintas fases de la escamonda garantizan a su vez imágenes legibles como las líneas del tronco en el centro de las cicatrices, como la curvatura de la corteza que se repliega y trata de cubrir la herida. Algunos chopos ya ramoneados presentan imagen de arbusto gigantesco, haz de gruesas falces erizadas. Otros, a los que también les han sacado ya la leña, dejan tres ramas como velas, el tronco patriarcal y retorcido que sostiene a sus tres hijos casaderos.
Sólo cuando se marchasen sus hijos del pueblo, aquel caminante de los años sesenta vería cómo el chopo cabecero envejecía entero por igual, y cómo ese regreso a su ser natural precipitaba su muerte. Cuarenta años después, un paseo por las dehesas de chopos cabeceros –de aquellos que la confederación hidrográfica deja para uso de particulares o que los particulares dejan en manos de la confederación– no es una imagen viva de la especie sino un monumento avasallado por las zarzas. Es imposible ver en qué ciclo vital se encuentra el árbol, en qué parte de la vida de quienes lo cuidan. Los hijos se hicieron viejos sin salir de casa, todo se llenó de broza, nadie recogió la leña. Con el cierzo del invierno se escuchan crujir las entrañas carcomidas. En verano, entre el fragor de las hojas, los aires de tormenta los desgarran, mientras en el pueblo se hunde el techo de un antiguo palomar.
No veremos el espectáculo de las choperas de trasmochos mientras no estén todos vivos, en alguno de los muchos turnos de poda por los que pasan mientras nosotros todavía somos jóvenes o ya tenemos más de tronco que de rama. Ahora vemos, sobre todo, frondosas carcasas huecas, fantasmas impresionantes. Pero allá donde la escamonda es general (no simultánea), reaparecen unas proporciones incluso más humanas, el bosque es variado como variada es la gente y las verduras, y destaca entonces su condición rural, su aspecto de huerto con solera, de parra umbrosa, de árbol cultivado. No es casual, como recordaba hace poco Chabier de Jaime, que en Europa crezca el movimiento conservacionista de los trasmochos. En una época de búsqueda casi frenética de rasgos identitarios, cuando conviven los cultivos globalizados y las tradiciones de última hora, cunde la idea de que el paisaje es esencial como las piedras de un palacio, los árboles como los peirones, los bosques como las iglesias.
Ninguna mansión está viva si su jardín no está cuidado. La identidad es un pacto de permanencia, la garantía de que distintas generaciones han de ver pasar un mismo río.
Nuevos chopos cabecero deberían agrandar los sotos, pensados para que siguiesen siendo hermosos dentro de cuatro o cinco generaciones, para que en el paisaje queden símbolos permanentes de aquella parte de nuestra identidad que nos mantiene unidos a la tierra.

Antonio Castellote*
*Escritor

Publicado en Tribuna Pública del Diario de Teruel de fecha 26 de Abril de 2010

domingo, 25 de abril de 2010

FIESTA DEL ARBOL, Jorcas 2010




PROGRAMA DE ACTOS.

Día 1 de mayo

9,30 h. Todos los “reforestadores” en la PLAZA provisto de azadas, nos dirigiremos a los distintos puntos del término municipal señalados para colocar los 500 plantones donados por el Servicio Provincial del Gobierno de Aragón y la Asociación “Jorcas Comprometido”.


13,00 h. D. Román Izquierdo Feced, alcalde de Jorcas, inaugurará en la ladera del CASTILLO el Espacio Cultural Arbolado “Savias del Mundo” con la Plantación del árbol donado por el Reino de Bélgica y seis árboles más donados por particulares.
Está prevista la asistencia en este acto del Sr. Presidente y del Sr. Consejero Delegado de Cultura de la Comarca “Comunidad de Teruel”.


14,30 h. En el PABELLÓN: Comida comunitaria.


16,30 h. Baile de sobremesa.


17,30 h. Breve presentación y conferencia:
El peligro que se avecina: Minas de arcilla a cielo abierto por D. José Luís Simón (catedrático de Geologíade la Universidad de Zaragoza,Director del Geopark del Maestrazgo y miembro del colectivo Sollavientos).


Presentación de la Plataforma Aguilar Natural:
El caso de Aguilar, su propuesta de futuro y apoyo conjunto por D. Sergio Benítez Moriana y Albert (miembros de la Plataforma "Aguilar Natural")



18 h. En el HORNO: Chocolatada para los niños.


19 h. Representación teatral en el PABELLÓN:
El Acusao por la Compañía “Rompelanzas” subvencionada por la Comarca “Comunidad de Teruel”.


20 h. Proyección del audiovisual: La fiesta del árbol de Jorcas.

Reparto de Diplomas a los Plantadores jorquinos patrocinado por la Alianz Seguros)

Clausura de los actos por D. Román Izquierdo Feced, alcalde de Jorcas.


24,00 h. Baile con discomóvil “Eclipse”.



Dia 2 de mayo:

Hacia las 11 de la mañana en el PUENTE de la Fuente de abajo: Todos los que quieran: Paseo por el río con cámara de fotos.

lunes, 19 de abril de 2010

Nuestros montes no se olvidan




Marcha senderista 24 de abril. Majalinos - La Cañadilla. "Nuestros montes no se olvidan".


Aprovechando el puente de San Jorge (sábado 24 de abril), desde la Plataforma "Nuestros montes no se olvidan" organizamos una ruta por el corazón del incendio de Aliaga-Ejulve y una comida con los vecinos de La Cañadilla. Parece mentira, pero día a día nos tenemos que seguir reivindicando para decir que este no fue un incendio cualquiera, la administración nos sigue tratando como puro trámite y solo los vecinos que quedamos sabemos todo lo que hemos perdido y lo que nos va a costar remontar despúes de lo acontecido en el verano de 2009. Quedamos a las 10 de la mañana en el puerto de Majalinos (carretera); subiremos al monte Majalinos y a los Tres Mojones, para después bajar a La Cañadilla a comernos el bocata. Queremos que veáis cómo está el monte, queremos que comprendáis lo que sentimos los vecinos de los pueblos afectados. Y queremos gritar todos juntos que nuestros montes no se olvidan.

Olga Estrada Clavería
Coordinadora CEA ÍTACA
Tfns: 978 84 42 65 - 618 38 34 99
E-mail: itaca@culturandorra.com

martes, 13 de abril de 2010

EL PARQUE CULTURAL DEL CHOPO CABECERO DEL ALTO ALFAMBRA (9)




El paisaje como seña de identidad



El paisaje no es solo la forma de un territorio. Es, como afirma la Convención Europea del Paisaje, “la cultura territorial de un pueblo”. Es identidad y a la vez es memoria. Son experiencias, recuerdos e historias, en algunos casos lejanas, pero que sentimos como nuestras. El paisaje refuerza la querencia al territorio, ya que es el fruto de la acción del ser humano sobre un entorno natural. Y ese fruto de su trabajo y del de sus antepasados le sitúa en el mundo, le da carácter, le complementa.

Las dos vertientes del paisaje, la física y la subjetiva, se unen y crean entidades históricas identificables, especialmente en los paisajes más singulares. Espacios asediados en los tiempos actuales, donde la uniformidad modela de forma avasalladora entornos despersonalizados e intercambiables. Quizás por ello se huye, a la mínima ocasión, a buscar la experiencia paisajística para disfrutarla con los sentidos.

Pero para la gente que históricamente ha habitado estos territorios el paisaje no era solo un espacio para el goce sensorial. Era el medio que disfrutaban pero también el que sufrían, con el que tenían que luchar en una práctica diaria que se convertía en conocimiento y sabiduría. Ese conocimiento de lo que realmente fueron nuestras raíces es necesario valorarlo y transmitirlo.

¿Qué es el Alto Alfambra? Desde una definición fría, podemos decir que es la cuenca hidrográfica del curso alto de un río, el Alfambra. Cualquier mapa físico nos dará claves comprensivas, pero una mirada desde la Virgen de la Peña nos imprimirá además la emoción de contemplarlo en toda su belleza. Y si descendemos y acercamos nuestra mirada, veremos más, mucho más. Veremos la construcción de un hábitat y de un paisaje que, si escuchamos con atención, nos contará su historia.

Es la historia de sus habitantes, que desde su conocimiento íntimo, construyeron un complejo sistema de azudes, acequias y molinos para sacar lo máximo de una tierra dura y áspera, corta de lluvias y fríos extremos. La del medio en el que trabajaron y establecieron sus lugares simbólicos, en el que con el mismo heroísmo mudo, cotidiano y ancestral han continuado viviendo sus descendientes.

Y así construyeron un paisaje que nos atenaza con su encanto y en el que forjaron un patrimonio único, el de los chopos cabeceros, unos árboles monumentales que con el trabajo de la escamonda toman mil formas caprichosas y configuran un maravilloso bosque de dehesa. Porque las gentes de Alto Alfambra quieren a sus chopos y los han seguido cuidando.

El Proyecto del Parque Cultural del Alto Alfambra pretende dar forma administrativa y a la vez poner en valor este paisaje singular. Quiere transmitir y hacer comprender este paisaje y su identidad, las vivencias, la forma de vida social, la experiencia histórica.

Para conservarlo, pero no para fosilizarlo, sino para seguir viviéndolo, para dinamizarlo, para cuidarlo y transmitirlo a las generaciones futuras, y para que sea la fuente de esperanza de los habitantes de unos pueblos que se resisten a morir.

SERGIO BENÍTEZ MORIANA
Plataforma Aguilar Natural